martes, 14 de septiembre de 2010
che y el papel de la conciencia
‘Che’ Guevara y el papel de la conciencia en la emancipación del hombre
Ernesto Guevara no fue solamente un hombre de acción. Fue un hombre de pensamiento agudo, crítico, antidogmático. Su vida estuvo enmarcada por una extrema coherencia entre la teoría y la práctica.
“¿Qué significa el desarrollo de la conciencia? Significa algo más profundo que el aprendizaje de teorías estrictamente en los libros; teoría y práctica, ejercicio de la teoría, deben ir siempre unidos, no pueden separarse de ninguna manera, de tal manera que el desarrollo de la conciencia debe estar estrechamente ligado al estudio, al estudio de los fenómenos sociales y económicos que dirigen esta época y a la acción revolucionaria”
Así procedió a lo largo de su corta pero intensa y fructífera vida. Ese es un legado que nos ha dejado y del cual debemos aprender y aprehender. Sin convertirlo en un dogma, pero analizando profundamente sus aportes al pensamiento y acción revolucionarios.
Hoy estamos acostumbrados a que muchos tomen del Che meramente su imagen de quijote, de aventurero. Su rostro ha aparecido en los lugares más increíbles, como estampado en la botella de una multinacional de refrescos norteamericana, principal financiera de las industrias armamentistas: la Coca-Cola. Miles de sus frases y conceptos se han manipulado y descontextualizado. La derecha y la seudo-izquierda han mercantilizado su figura y su mensaje. Para nosotros el Che sigue siendo el símbolo de la rebeldía, el mensaje subversivo, el espíritu insurrecto.
Acercamiento al marxismo
Ernesto Guevara realizó grandes aportes a la teoría de emancipación de los pueblos. Y lo hizo desde una óptica marxista, con una visión diferente. Fue un crítico del marxismo (o lo que en ese momento se difundía como tal) desde el marxismo. Y lo hizo con un enfoque latinoamericanista y tercermundista: un grito desde el “subdesarrollo”.
Che no descubre el marxismo cuando entra triunfante a La Habana el 1º de enero de 1959, al frente de la Columna Nº8, sino mucho antes. Ya en su adolescencia, Ernesto inicia su formación filosófica y política. Tan es así que a los 17 años ya había leído el Manifiesto Comunista y se había lanzado a la tarea de la confección de un Diccionario Filosófico, que elaboraría a lo largo de su adolescencia y juventud, culminándolo en México antes de embarcarse en el Granma junto a Fidel Castro y 80 cubanos más. Cinco Cuadernos Filosóficos escribió antes de su ingreso triunfante en La Habana. Antes de debatir con grandes teóricos del marxismo de aquella época.
Como todo, Ernesto fue evolucionando su marxismo. Nadie nace siendo 100% marxista. Su recorrido juvenil por la “Mayúscula América” le permite descubrir y vivenciar las calamidades que sufrían (y aun sufren) nuestros pueblos americanos, al mismo tiempo en que va depurando su formación filosófico-política-revolucionaria. En ese sentido, lo vivido en Perú, Bolivia y Guatemala, convierten a aquel espíritu aventurero en un hombre comprometido con las luchas por la liberación de los pueblos de la opresión imperialista.
Todo su recorrido por América está enmarcado en grandes experiencias prácticas y en una evolución en su formación filosófica. En Perú, en 1952, Che vive en carne propia las calamidades que sufrían los pobres, campesinos e indígenas. El deplorable estado de la salud en ese país lo impulsa a trabajar voluntariamente en un leprosario. Además, conoce al Dr. Pesce, seguidor de Juan Carlos Mariátegui, uno de los grandes marxistas latinoamericanos. En Bolivia, vive el proceso de la revolución encabezada por el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) y sus contradicciones. Proceso que al Che le resulta “interesante”, aunque no colma sus expectativas. Posteriormente viaja a Costa Rica y luego a Guatemala.
Su evolución ideológica y política queda evidente, en el siguiente párrafo escrito desde Costa Rica:
“(...) En El Paso tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit convenciéndome una vez más de lo terrible que son esos pulpos capitalistas. He jurado ante una estampa del viejo y llorado camarada Stalin no descansar hasta ver aniquilados estos pulpos capitalistas. En Guatemala me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un revolucionario auténtico.”
Marx, Engels, Lenin, Mariátegui acompañaron a Ernesto en su viaje por América. En Guatemala Che quema pasos importantes para volverse un “revolucionario auténtico”. Allí vive la experiencia de una revolución nacionalista-democrática-antiimperialista encabezada por Jacobo Árbenz desde 1951. Se alista como miliciano para combatir la invasión mercenaria financiada por EEUU, aunque no tuvo chance de empuñar el fusil. En lo ideológico, Che profundiza sus estudios devorando a Marx. Conoce a Hilda Gadea, peruana vinculada al APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), con quien estudia marxismo y también se casará y tendrá su primera hija, Hildita. También establece contacto con un grupo de exiliados cubanos, asaltantes del Cuartel Moncada en 1953. Surge una gran amistad con uno de ellos, Ñico López, integrante del Movimiento 26 de Julio y de formación marxista. En México se completa su formación filosófica y política. Dedica la mayor parte de su tiempo a lecturas de Marx y Lenin, incursionando también en estudios de economía.
“(...) de mi vida propia tengo poco que contar ya que me la paso haciendo ejercicio y leyendo. Creo que después de estas saldré hecho un tanque en cuestiones económicas aunque me haya olvidado de tomar el pulso y auscultar (esto nunca lo hice bien). (...) San Carlos ha hecho una aplicada adquisición” .
En su estadía en México, Che destierra definitivamente de su proyecto de vida personal esa sed de aventuras que lo había llevado por toda América. Toma la decisión de aportar su granito de arena a las luchas por la liberación de los pueblos americanos, vinculándose al proceso de revolución cubana. Pule su antiimperialismo, que ha ido profundizando a lo largo de sus vivencias. Asume a América Latina como su patria y se vincula para siempre con los intereses más caros de los pueblos oprimidos de nuestro continente.
En Cuba se convierte en un combatiente ejemplar, adquiriendo en un corto plazo el grado de Comandante. A su coraje y valentía, agrega una gran dosis de intuición. En la medida que el Ejército Rebelde avanza en victorias y va liberando territorios, Che comienza a edificar en la práctica lo que había manejado en la teoría. No solo tenía grandes dotes como combatiente, sino que ya demostraba gran capacidad como constructor. En las sierras desarrolla escuelas, pequeños talleres de armería, zapatería, entre otros. Sus certeros análisis sobre la situación del campesinado y de la tierra, no solo en Cuba, sino lo que había observado en toda Latinoamérica, los aporta hacia la elaboración de la primera ley revolucionaria: la de Reforma Agraria.
Posteriormente al triunfo revolucionario, Che asume responsabilidades en la construcción del Socialismo en Cuba. Y para esto pone en práctica sus avanzados conocimientos del marxismo y de economía política. No solo eso, sino que, a la vez que desempeñaba sus responsabilidades al frente del Departamento de Industrialización del INRA (Instituto de la Reforma Agraria), del Banco Nacional y posteriormente del Ministerio de Industrias, Che continuaba profundizando sus conocimientos. Formaba grupos de estudios por las noches, junto con colegas de trabajo, sobre Economía Política y El Capital de Marx. A esto hay que agregarle que nunca descuidaba la práctica y el ejemplo del sacrificio revolucionario, al impulsar las jornadas de trabajo voluntario.
Un marxismo diferente
A raíz de su lectura particular de los textos de Marx, Engels, Lenin, entre otros, Che logra desarrollar una visión diferente del marxismo. Tanto de índole teórica como práctica.
Su vasta formación cultural constaba de estudios sobre historia, sicología, sociología, arqueología, antropología, literatura, poesía, arte, economía, además de los ya mencionados estudios filosóficos, políticos y su especialización en medicina. En todos estos planos su formación fue autodidacta, de ahí la importancia que encuentra en la autoformación individual, además de la proporcionada por el Estado (en el Socialismo) o en estructuras colectivas (círculos de estudio, la formación del Partido, etc.).
Una de las razones por las cuales Che fue profundamente antidogmático y antiesquemático en la formación, tiene que ver con una lectura directa, personal, de los clásicos. Che no se forma con manuales, sino con una lectura de los propios textos de los clásicos. Por esta razón expresa que “los ladrillos soviéticos (...) tienen el inconveniente de no dejarte pensar; ya el partido lo hizo por ti y tú debes digerir. Como método, es lo más antimarxista, pero, además suelen ser muy malos”, en carta dirigida a su compañero y amigo Armando Hart desde Tanzania en 1965. Allí estuvo un mes después de haber salido clandestino del Congo, donde participó en la lucha por su liberación. Ese mes en Tanzania, Che lo aprovechó para profundizar en el estudio de la filosofía. Actividad que seguramente inició en el propio Congo, donde tenía una biblioteca con cerca de cuarenta libros en la inhóspita selva.
Desde Tanzania, se traslada a Yugoslavia, última escala antes de su retorno a Cuba, para posteriormente marchar hacia Bolivia. Allí, en la ciudad de Praga, continúa con su profundo estudio del marxismo y a la vez analiza críticamente los manuales soviéticos, sobre todo los de Economía Política, a los que realiza anotaciones sobre aspectos que consideraba dogmáticos, escolásticos, mecanicistas y apologéticos. Che critica al marxismo “ortodoxo” soviético desde una óptica marxista de pensamiento libre, independiente. Responde a la visión eurocentrista del marxismo divulgado en ese momento, con una visión desde el subdesarrollo y el Tercer Mundo.
Esa formación antidogmática y de espíritu crítico fue cuestionada y criticada por muchos teóricos soviéticos, chinos, y también lationamericanos. Aunque ese marxismo revolucionario adoptado por Che le permitió no atenerse a recetas pre-elaboradas y supuestamente “universales”, y elaborar una teoría de construcción del socialismo que contemplara la realidad y necesidades de un pueblo subdesarrollado como Cuba. Porque, para nosotros, el marxismo es una teoría que permite interpretar la realidad, comprenderla, analizar sus contradicciones, para modificarla y no para contemplarla.
Los debates económico-teórico-políticos que se dieron en Cuba entre 1963 y 1964, tomaron características internacionales, cuando además de los propios protagonistas del proceso cubano, intervienen teóricos internacionales de la talla de Mandel y Bettelheim. Esto enmarcado en una etapa particular y ejemplar del proceso de instauración del socialismo en Cuba, donde afloraban y pululaban los debates de cómo llevar adelante la transición. Para esto los más importantes cuadros de la dirección de la revolución se abocaron al estudio profundo del marxismo y la economía política del socialismo. Estos debates no quedaban en cuatro paredes, sino que las posturas más importantes eran publicadas en la revista Cuba Socialista. Allí Che polemizó con grandes teóricos políticos y económicos de Cuba y el mundo. Por allí hay un muy interesante debate entre Che y Bettelheim, teórico francés pro-soviético, donde se evidencian dos posturas opuestas, marcadamente diferentes sobre la construcción del socialismo. Diferencias no sólo en aspectos económico-políticos, sino también filosóficos. Donde se expresaban diferentes interpretaciones del marxismo. Tanto allí, como en los Cuadernos de Praga, Che vaticina que determinados errores de interpretación y conceptuales podían llevar al socialismo soviético (y a quien siguiera su camino acríticamente) a incorporar la fruta podrida, o como dijera Che introducir “el caballo de Troya del capitalismo en el socialismo”. O sea, seguir los caminos trillados del capitalismo, introduciendo conceptos y mecanismos capitalistas sin modificar sus contenidos lascivos.
Para Che un estudio profundo, crítico, analítico y sistemático del marxismo era la clave para interpretar correctamente la realidad de un país o una región y extraer de allí las orientaciones para modificar esa realidad con la praxis. Aun tomando en cuenta que el marxismo no es una teoría acabada y que tiene errores. Marx, Engels, Lenin se equivocaron, tuvieron falencias y también cometieron errores. Eso no quita que hayan sido verdaderos genios y monumentos del pensamiento científico revolucionario. Pero eran humanos, y como tales también cometieron errores. Che era conciente de esto, y lo era porque los había estudiado y analizado profundamente, con rigor, espíritu crítico y en forma sistemática. Para nosotros Che fue uno de los rescatadores del marxismo como teoría revolucionara para hacer la revolución. Su visión fue complementaria y no antagónica con la teoría de la emancipación de los trabajadores. Sus aportes le devolvieron el carácter de ideología revolucionaria que los dogmáticos y mecanicistas (muchos de ellos verdaderos simpatizantes del revisionismo y afiliados al liquidacionismo revolucionario) querían extirparle. Para nosotros, como para el Che, el marxismo es una teoría inacabada, dinámica como la propia historia de la lucha de clases, sujeta a la dialéctica del pensar y el hacer. Pensar mejor para accionar mejor, y accionar para demostrar en la práctica el acierto o el error de nuestro pensamiento.
Hay que imitar al Che. Hay que volver a Marx, Engels, Lenin, Mao, Trotsky, Mariátegui, Gramsci, Fidel, Santucho... Hay que volver a la teoría que oriente la praxis revolucionaria porque “sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario” al decir del viejo Lenin.
Hegemonía Socialista (subjetividad y hombre nuevo)
El marxismo revolucionario del Che, entendido éste como contraposición con el marxismo contemplativo y en extremo dependiente de las “condiciones objetivas” para hacer la revolución (el “antimarxismo” soviético), apuntaba a la generación de las condiciones subjetivas y no esperar que éstas surgieran en forma espontánea. Las condiciones subjetivas hay que crearlas. Y esto no es otra cosa que la toma de conciencia por parte de la clase trabajadora y el pueblo de que es necesario y posible subvertir el orden de cosas signado por la opresión y explotación del capital sobre el trabajo.
El papel de la conciencia y subjetividad son fundamentales para la emancipación del hombre, en el pensamiento de Che.
“Las condiciones objetivas para la lucha están dadas por el hambre del pueblo, la reacción frente a ese hambre, el terror desatado para aplastar la reacción popular y la ola de odio que la represión crea. Faltaron en América condiciones subjetivas de las cuales la más importante es la conciencia de la posibilidad de la victoria por la vía violenta frente a los poderes imperiales y sus aliados internos” .
Hay cuestiones en el pensamiento de Che que aun hoy resultan “herejes” para buena parte de la izquierda latinoamericana: el papel de la vanguardia, los cuadros, el Partido, el individuo, las masas, el Estado, la lucha armada...
Che toma conciencia de su papel como individuo ligado a las necesidades populares, en la medida que avanza en su experiencia teórico-práctica.
A su profundo humanismo, que lo lleva a convertirse en médico, Ernesto va adicionando el antiimperialismo, el anticapitalismo y el socialismo como el sistema de la justicia social, a medida que va elevando su nivel de conciencia. Lo que va sucediendo gracias a su avance en la formación ideológica y sus experiencias extraídas de lo vivenciado en su recorrido por América. Ernesto deja de ser un joven aventurero para convertirse en un cabal revolucionario.
En Guatemala y México decide convertirse en un verdadero revolucionario. En Cuba se convierte en un gran revolucionario. El Congo y Bolivia confirman el estadio más alto al que Che llega como ser humano, el de revolucionario internacionalista.
La instauración del socialismo en Cuba fue todo un desafío para los jóvenes revolucionarios cubanos. En su gran mayoría apenas contaban con 30 años de edad y había una gran escasez de cuadros políticos, económicos, administrativos. Muchos de los ‘’cerebros’’ más capaces de Cuba habían emigrado a EEUU y había que crear nuevos cuadros para llevar adelante el proceso. En esas horas se destacan grandes hombres, grandes cuadros revolucionarios como Fidel, Che, Raúl, entre otros.
Había que construir el socialismo. Entonces, surge la gran interrogante de cómo hacerlo. Allí surge el Che con una gran iniciativa. Para construir la nueva sociedad, hay que hacer al hombre nuevo. Había que imponer la hegemonía socialista en todos los planos, tanto en el político, como económico, organizativo, ético, cultural, filosófico. La única vía para emancipar al hombre, construir una nueva sociedad soberana políticamente e independiente económicamente, era necesario colocar al socialismo y comunismo como eje en toda la línea.
Se inicia a partir de allí un duro combate del Che contra los resabios del capitalismo. Combate que será tanto teórico como práctico.
Esta lucha tenía como eje central la lucha por la construcción de un hombre nuevo, con valores comunistas. Para eso había que desterrar al capitalismo como sistema económico, social, político y cultural. A la vez que se revolucionaban las relaciones de producción, había que revolucionar las conciencias. Para que hubiera un verdadero poder popular, el pueblo debía incorporar los valores comunistas, elevar su nivel de conciencia para poder participar activamente en la construcción del socialismo. La dictadura del proletariado debía aplicarse sobre la clase derrocada pero también sobre la propia clase vencedora. Esto no en el sentido opresivo, sino en su contrario, la emancipación del hombre del sieno burgués.
La emancipación del hombre y su desenajenación estaba estrechamente ligado al desarrollo de una nueva conciencia. Había que crear la subjetividad de masas del papel del individuo en la nueva sociedad.
La subjetividad de las masas de la necesidad y posibilidad del asalto al poder, cuestión que éstas ya habían incorporado en el proceso revolucionario, debía ahora profundizarse en el sentido de la necesidad y posibilidad de construir socialismo, sobre nuevos valores, absolutamente antagónicos al capitalismo. O sea, ‘’no utilizar las armas melladas que nos legara el capitalismo’’ para construir socialismo.
En la construcción de esa subjetividad jugaban un papel trascendente el estado y el partido, a partir del nuevo sistema de educación nacional y de los aparatos de divulgación, respectivamente. También la prédica del ejemplo jugaba su papel. En eso Che fue un verdadero ejemplo para las masas.
Según Che esa conciencia, esa nueva subjetividad en las masas se lograría convirtiendo a la sociedad en una gran escuela. Donde la interrelación entre los dirigentes y la masa establecería una nueva dialéctica educacional, donde todos tendrían algo que enseñar y algo que aprender. El objetivo no era que el cuadro fuera a las masas a trasladar la verdad revelada, sino que a través del estrecho contacto entre ambos, el cuadro extrajera de las masas sus necesidades más apremiantes que serían trasladadas al partido y a la dirección de la revolución, para devolverlas a la masa como orientaciones y directivas.
‘’El trabajo voluntario es la expresión genuina de la actitud comunista ante el trabajo, en una sociedad donde los medios fundamentales de producción son de propiedad social; es el ejemplo de los hombres que aman la causa de los proletarios y que subordinan a esa causa sus momentos de recreo y de descanso para cumplir abnegadamente con las tareas de la Revolución.
El trabajo voluntario es una escuela creadora de conciencia, es el esfuerzo realizado en la sociedad y para la sociedad como aporte individual y colectivo, y va formando esa alta conciencia que nos permite acelerar el proceso del tránsito hacia el comunismo’’ .
El trabajo voluntario fue una verdadera escuela de los valores socialistas. El objetivo era darle un nuevo sentido al trabajo, que permitiera al hombre sentirse realizado en el mismo. No como en el capitalismo, donde el trabajo enajena al hombre, y lo mutila física y espiritualmente. El trabajo comunista debía ser liberador.
‘’...no es el trabajo lo que esclaviza al hombre sino que es el no ser poseedor de los medios de producción; y que cuando la sociedad llega a cierta etapa de su desarrollo, y es capaz de iniciar la lucha reivindicatoria, destruir el poder opresor, destruir su mano armada, que es el ejército, instalarse en el poder, otra vez se adquiere frente al trabajo la vieja alegría, la alegría de estar cumpliendo con un deber, de sentirse importante dentro del mecanismo social, de sentirse un engranaje que tiene sus particularidades propias -necesario aunque no imprescindible para el proceso de la producción- y un engranaje consciente, un engranaje que tiene su propio motor y que cada vez trata de impulsarlo más y más, para llevar a feliz término una de las premisas de la construcción del socialismo: el tener una cantidad suficiente de bienes de consumo para ofrecer a toda la población’’ .
En el mismo sentido, Che destacaba el papel de los estímulos morales, en detrimento de los materiales. Si bien estos últimos iban a seguir existiendo por un determinado período, había que otorgarles su justo rol. Che pregonaba la idea de que el hombre debía asumir el trabajo en el socialismo como el cumplimiento de un deber social. Esto no se lograba manteniendo el trabajo como una mercancía, en el marco de relaciones de tipo mercantil, sino como una liberación física, espiritual y moral. Donde el sacrificio que se realizaba en el trabajo no era en beneficio del patrón, sino en beneficio de la sociedad, y como individuo incluido en ésta, redundaba en beneficio individual.
Ahora bien, el estímulo moral no significaba que el trabajador no cobrara un salario por el trabajo que realizaba, sino que la responsabilidad a la hora de la productividad laboral estuviera vinculada a hechos de conciencia y no a percibir más dinero u otro estímulo material individual. Para Che un buen estímulo podría ser que a aquel que rindiera más productivamente se le otorgaría una beca de estudio para especialización técnica, para así después ascender en la escala laboral y a la postre salarial. Pero el estímulo fundamental debía ser impulsado por la conciencia del nuevo sentido que toma el trabajo bajo el socialismo.
Esta visión guevariana con respecto al trabajo y a los estímulos morales se daba de patadas con la visión de los soviéticos. Las visitas de Che a la URSS y a los países socialistas del este le habían permitido observar las formas y métodos con los que se llevaba adelante la construcción del socialismo.
En su modo de ver, el camino que estos países habían adoptado los llevaba indefectiblemente al capitalismo. Según Che, las dirigencias de los países del bloque socialista europeo se habían separado del marxismo. Habían olvidado su esencia. Las castas burócraticas enquistadas en el poder estaban metiendo al capitalismo por la ventana. El mantenimiento de las relaciones mercantiles y el papel hegemónico que tenía la estimulación de tipo material para el desarrollo de la producción, son algunos de los aspectos que Che denuncia como mecanismos capitalistas utilizados en el andamiaje socialista.
Interpretando el razonamiento de Che, podemos concluir que el socialismo no fue hegemónico. No se combatió adecuadamente al capitalismo en todos los planos que enumeráramos más arriba. Indudablemente fue un proceso con aciertos y errores. La primera experiencia de instauración del socialismo ha dejado muchas enseñanzas que aun hay que analizar y desbrozar, sin seguidismos a dogmas, tal como nos enseñara el Che. Sin dejar de reconocer los avances del socialismo en cuanto a los aportes en la ciencia, la técnica, el haber pagado con 20 millones de muertos la cuota de sacrificio para frenar la expansión del monstruo nazi.
Lo que sí aporta Che es el descubrimiento de falencias, desviaciones, que intenta corregir en el proceso de transición al socialismo iniciado en Cuba. Por eso su idea de que el socialismo fuera hegemónico, intentando evitar utilizar mecanismos e incluso conceptos del capitalismo. Esa fue su ‘’herejía’’.
Actualidad del pensamiento guevariano
Por concepción y por formación no somos proclives a tomar como guía para nuestro accionar a ningún país, ni partidos, ni hombres. Nos guían las ideas.
Somos convencidos de que el marxismo trasciende la mera referencia a Carlos Marx, como hombre, como individuo. Él fue el fundador e impulsor de lo que hoy entendemos como el socialismo científico, parte sustancial de la ideología de los trabajadores. Marx tiró la primera piedra. Pero muchos más han aportado a esa teoría fundada por él. El marxismo surge como una teoría revolucionaria para hacer la revolución: interpretar la realidad para poder modificarla. Por tanto, entedemos que todos aquellos que han hecho la revolución (o la han iniciado y han perecido en esa “osadía”), triunfadores o derrotados, han aportado a esa teoría. En este caso particular, Che a aportado mucho a la teoría de la revolución, al marxismo.
Suscribimos las palabras de Che en cuanto a que para nosotros considerarse marxistas debe ser tan natural, como para un biólogo considerarse pasteuriano o para un físico ser newtoniano.
Che es, fue y será un ejemplo de revolucionario comprometido con la causa de los trabajadores y demás sectores oprimidos. Un ejemplo de marxista. Un ejemplo de hombre nuevo; de internacionalista; de economista; de humanista; de jefe revolucionario. En fin, un ejemplo de socialista, de comunista.
Entendemos que muchas de las ideas y postulados de Che tienen gran vigencia en la actualidad.
Si echamos una mirada a la realidad política actual, encontramos semejanzas y diferencias con respecto al período histórico donde Che pensó y actuó.
El imperialismo que Che denunciaba y combatía, no solo sigue existiendo, sino que ha profundizado su dominación sobre nuestro continente. Las herramientas imperialistas que en aquella época iniciaban su penetración e influencia económica y política (FMI, BID –antes BIRF-, BM) la han desarrollado y profundizado. Hoy nuestros países americanos, en su enorme mayoría, se encuentran colonizados y esclavizados por esos organismos financieros internacionales (OFI), y por la brutal expoliación que significa la deuda externa. Ni que hablar de los monopolios que mencionaba Che, venidos en grandes multinacionales cuyos tentáculos se han extendido por todo el orbe.
Aquella “soberanía política e independencia económica” de la que hablaba Che, aspectos que consideraba fundamentales para que un país pudiese ser verdaderamente independiente, hoy se traducen en una profunda y aguda dependencia económica y política con el amo imperialista. Nuestra independencia política como países es casi una parodia. Somos apenas colonias que surtimos de materias primas a la metrópoli, y consumimos sus grandes manufacturas, como hace más de 500 años. El perro ha cambiado de collar. La dependencia económica con los países desarrollados, también condicionan nuestra independencia política, y eso se manifiesta en la subyugación de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos a los mandatos dictaminados en la Casa Blanca o en Europa.
Los préstamos de los OFI con sus condiciones esclavizan a nuestros países desde el punto de vista económico y político. Por que de ahí también vienen los mandatos para nuestros sistemas educacionales, de salud, trabajo, políticas económicas y sociales, tributarias, etc. Gobiernos como los de México, Colombia, Brasil, Perú, Chile, Uruguay, Argentina son vasallos de las políticas del imperialismo para su patio trasero. Solo se resisten Cuba, Venezuela; Ecuador y sus indecisiones; Bolivia con sus convulsiones internas, producto de la reacción de la derecha frente a determinadas ofensivas de corte popular del gobierno de Evo y también a sus propias vacilaciones a la hora de enfrentar a esos sectores conservadores con firmeza; Paraguay tiene un gobierno recién electo que ha anunciado seguir los pasos de Uruguay, habrá que esperar.
Por otro lado, una gran diferencia con respecto a los años 60 es que no existe el Bloque Socialista. De aquellos faros que alumbraban la senda del socialismo hoy solo queda alguna vela encendida. Esto, obviamente ha golpeado muy duro la subjetividad de las masas con respecto al porvenir socialista. A la vez, esto ha sido ferozmente aprovechado por el imperialismo y sus aliados criollos, que ha hegemonizado su dominio mundial.
Es en este marco que debemos plantearnos la actualidad del legado del Che, y en este contexto su vigencia, para no caer en dogmatismos, mecanicismos, idealismos y/o seguidismos.
Aquella hegemonía socialista que pregonaba Che, hoy se ha vuelto hegemonía capitalista en todos los planos.
A la derrota de los movimientos revolucionarios de los años 60 y 70 se le sumó la implosión del Socialismo Real. Esto trajo consigo la subjetividad de la derrota y con ella se propagó el revisionismo ideológico, político, estratégico y organizativo. La “moderación” tan criticada por Che se hizo hegemónica en la izquierda latinoamericana. Se borró del horizonte la lucha por el socialismo y se implantó como máxima aspiración “revolucionaria” la humanización del capitalismo, sacarlo de su situación de “lumpen-capitalismo” y pasarlo a un “capitalismo en serio, que funcione”, al decir de un político populista uruguayo, ex guerrillero devenido en defensor del capitalismo, José Mujica.
Las “condiciones objetivas” para hacer la revolución, dadas por el nivel de explotación y hambre que sufren los pueblos, que Che mencionaba, se mantienen vigentes. Hay que reconstruir la subjetividad de la necesidad y posibilidad de cambiar las cosas de raíz. Somos convencidos de que para crear esa subjetividad en las masas es necesario colocar nuevamente las ideas socialistas en el seno del pueblo. Tarea harto compleja, pero que debe asumirse subdividiendo lo complejo en partes simples, yendo de lo particular a lo general.
Como leninistas y guevaristas creemos en el papel del partido revolucionario (de combate) como organizador y orientador de las luchas. Un partido que fusione la ideología con las masas, que las prepare ideológica, política y organizativamente hacia la toma del poder. Creemos en el papel de la vanguardia y su papel de orientador y aguijoneador de la movilización del pueblo hacia la revolución. Creemos en los trabajadores de avanzada que guíen con su ejemplo y sus valores, al resto de la masa trabajadora y sus aliados hacia el poder político. Creemos en los cuadros políticos estrechamente ligados con las masas, que deben ser ejemplo de abnegación, sacrificio; con las manos y el corazón dispuestos en actitud de combate; ejemplos en los nuevos valores comunistas. Creemos en el Hombre y Mujer Nuevos. Creemos en que las contradicciones antagónicas entre las clases se dirimen por la violencia, donde el polo nuevo (socialista) debe destruir al viejo (capitalista). Creemos en el internacionalismo militante, porque los explotados son una sola clase a nivel mundial, y las fronteras nacionales son meros artilugios de los dominadores para mantenerse como tales. Creemos en el humanismo revolucionario; en la emancipación del hombre de la enajenación a la que lo somete el capitalismo. Creemos en el papel de la conciencia revolucionaria para asumir las luchas por esa emancipación individual y colectiva, para asumir las sacrificadas luchas por la liberación de los trabajadores y el pueblo, hacia la instauración del socialismo, en camino al comunismo.
Creemos en el centralismo-democrático como garante de la correcta acción revolucionaria; creemos en la más amplia participación y discusión política, y en el accionar centralizado para golpear todos como un solo puño. Creemos en la autocrítica y crítica como herramienta que nos permita corregir errores, sincerarnos como individuos y como organizaciones de cara a las masas, cuando nos equivocamos o erramos el camino. Creemos en los aportes individuales hacia la construcción de un intelectual colectivo. Creemos en la lucha contra el burocratismo, los formalismos, el dogmatismo, el seguidismo. Creemos en la rotación de los cargos de dirección, para evitar direcciones enquistadas por largos períodos. Creemos en el socialismo y en el comunismo, estamos convencidos de que son la causa más hermosa de los pueblos y que vale la pena dar la vida por ella.
El desarrollo de la conciencia revolucionaria es una de las tareas más importantes de la etapa. Para el desarrollo de esa conciencia es necesario reasumir la ideología revolucionaria de los trabajadores, el marxismo, y fusionarlo con las masas. Para eso son necesarias organizaciones políticas revolucionarias, que se vayan convirtiendo en afluentes del gran partido revolucionario de nuevo tipo. Es necesario la formación ideológica de los militantes, como combatientes populares. Esa formación ideológica, que debe ser necesariamente antidogmática, debe apuntar al desarrollo de nuevas formas de hacer política. Debe apuntar a la generación de embriones de hombre nuevo. Individuos que sean ejemplo para su clase y para el pueblo, que defiendan sus intereses. Que demuestren en la práctica política cotidiana los nuevos valores comunistas.
Debemos bregar por el desarrollo del estudio y la práctica revolucionaria. El estudio de la teoría, tan denostada en estos días, y la acción cotidiana como demostración de lo correcto o incorrecto de ese marco teórico. Debemos apuntar a un nuevo estilo pedagógico-educativo que nos permita seducir a las masas hacia la educación revolucionaria, y además para hacer verdaderamente accesible y viable la tarea. Debemos regenerar la contra cultura sistémica, oponiendo la cultura socialista.
Debemos impulsar los debates ideológicos y políticos, que nos hagan avanzar en la formación de la nueva teoría revolucionaria, sobre la base de la ideología de los trabajadores, con los aportes que se desprendan del análisis de la coyuntura actual y lo que prevemos que se viene. Es hora de impulsar mesas redondas, círculos de estudio, tanto a la interna de las organizaciones revolucionarias, como en el seno de las organizaciones sociales. Tarea importante es la de los partidos políticos de intención revolucionaria y la divulgación de ideas a través de prensa escrita, radial y digital. Pero también es importante la tarea de formación de cuadros que puedan llevar a las actividades sociales las ideas de la revolución.
El rescate del clasismo y la combatividad de los trabajadores es crucial, para trabajar hacia el destierro del espíritu conciliador de clases que el revisionismo ideológico y el reformismo político han implantado en el movimiento obrero. Esto ligado con el desarrollo de valores comunistas, de hombre nuevo, en cuanto a la solidaridad con los que luchan, tanto en nuestro país como en todo el mundo contra el enemigo imperialista y sus aliados criollos.
Debemos estrechar lazos con las masas, porque en su seno están las ideas correctas. Debemos construir desde las masas y hacia las masas. Debemos construir herramientas que nos permitan ir colocando el ideario revolucionario, guevarista, en el seno del pueblo, para ir creando conciencias. Debemos estar dispuestos a seguir el ejemplo del Che y correr la suerte de los explotados.
FEDERICO BOGA setiembre 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario